La astenia primaveral  es un trastorno leve y pasajero que se produce cuando nuestro cuerpo tiene dificultades para adaptarse de forma adecuada a los cambios de la primavera, que se manifiesta en una sensación de debilidad y falta de vitalidad generalizada. Hay una fuerta relación entre primavera y emociones.

Al llegar la época primaveral, muchas personas sienten un mayor cansancio, se sienten con menos fuerzas y con el estado de ánimo bajo.

Llevar una vida ordenada, hacer dieta equilibrada, dormir las horas necesarias y practicar ejercicio moderado constituyen la mejor prevención.

El hipotálamo regula la temperatura, el apetito, la sed y la apertura de nuestra retina. Esta estructura de nuestro cerebro recibe impulsos nerviosos y estimula glándulas que regula la secreción hormonal y los neurotransmisores, sustancias implicadas en el ánimo, la alegría y la vitalidad. 

El cerebro es sensible a los cambios climáticos y horarios, algunas personas los asimilan con facilidad, otras sufren un proceso de adaptación más lento, que se convierte en una astenia cuando se manifiesta en un grado leve, y puede llegar a una depresión cuando la gravedad es mayor.

Hay una predisposición biológica. Además son más sensibles a verse afectadas las personas que padecen estrés y que tienen un problema emocional o psicológico previo.

Todos estos factores aumentan la vulnerabilidad física y emocional, el estrés y la falta de calidad de vida produce a nivel físico, el sueño no es reparador, aunque se haya dormido las horas necesarias.

Incluso las personas activas están afectadas y menos motivadas. Las personas con estrés, ansiedad y alteraciones habituales del estado de ánimo, sufren mucho más intensamente los síntomas.

La persona siente además del cansancio y la desmotivación, falta de alegría y sensación de vacío, que puede ir instalando una sensación de tristeza y de falta de capacidad de disfrute, que podría ser el comienzo de una depresión.

Es importante no dramatizar, aceptar los pequeños desajustes como tales; pero también es importante poder discriminar cuando la tristeza, el desánimo y la falta de energía para vivir y disfrutar, están prolongándose o adquiriendo una intensidad, que puede estar avisándonos de la necesidad de acudir al psicólogo, quien se ocupará de diagnosticar y tratar, si es conveniente, los síntomas y el origen de los mismos, para que se recupere el equilibrio emocional, el ánimo y la calidad de vida.